Gran Premio de Mónaco de F1 | Ferrari vuela a Montecarlo para un GP suspendido entre dos épocas

Es el anticircuito por excelencia, el enemigo de los adelantamientos, la negación de la eficiencia aerodinámica (¡no de la carga!). Pero también está lleno de historia, tradición, encanto. La única manera de apreciar verdaderamente el Gran Premio de Mónaco -estamos hablando de la carrera automovilística y no del lado glamuroso- es encontrarse, al menos por un día, al costado de la pista y disfrutar de la vertiginosa desproporción entre el ancho de la pista y la velocidad de los monoplazas. Hay miles de recuerdos y anécdotas de esta carrera y muchas conciernen a Ferrari. Desde la primera victoria en la edición de 1952, que no estaba titulada para la F.1 sino para las carreras con deportivos, al "buceo" de Ascari, al drama de Bandini en el 67, pasando por la hazaña de Villeneuve en 1981, los años mágicos de Michael Schumacher. , hasta el doblete Vettel-Raikkonen del año pasado.

Es la pista donde, dicen, puede pasar cualquier cosa, aunque muchas veces, al menos en carrera, no pasa nada. La única ruta cuya distancia es inferior a la "reglamentaria" 305 km. Un viaje complicado, pero todavía un enigma logístico, aunque los nuevos garajes inaugurados en 2004 han simplificado las tareas de los equipos. Y este año habrá otras innovaciones en infraestructura. Los neumáticos también son nuevos, con el debut del compuesto Hypersoft. Y los horarios son nuevos, aunque la salida a las 15 se acerca más a la tradición de una carrera que, hasta hace poco, comenzaba a las tres y media de la tarde.

Lo "viejo", o más bien histórico, es todo lo demás: el entorno mágico y la pasión de los aficionados (no todos multimillonarios) que vienen a presenciar un fin de semana único, incluso en términos de duración. Porque el viernes es sagrado en Mónaco y la pista se vuelve a abrir al tráfico durante un día, antes de la gran final.