Caso Kvyat: Red Bull te da alas, pero también puede recortarlas a los veintidós...

La política de pilotos de Red Bull, cada vez más fría y despiadada, nos hace pensar

Caso Kvyat: Red Bull te da alas, pero también puede recortarlas a los veintidós...

Indignación, indignación, amargura. Sentimientos que se extendieron entre los aficionados tras la noticia del "cambio de balón" decidido por Red Bull entre Daniil Kvyat, relegado a Toro Rosso, y Max Verstappen, ascendido con efecto inmediato a piloto titular de Milton Keynes.

Marko da, Marko quita. La eminencia gris de los vendedores de bebidas te da alas y te las puede cortar, juega al ajedrez con peatones que son jóvenes, es cazatalentos metiendo y sacando a niños imberbes en los coches, apostando más que creyendo en el talento de los conductores.

La última víctima de la política de pilotos de Red Bull es el jovencísimo Daniil Kvyat, dos podios en un año y cuatro carreras y 2015 terminó en la clasificación por delante de su más famoso compañero de equipo Daniel Ricciardo. Con veintidós años y un futuro seguro, Kvyat, inmediatamente después del podio logrado con mérito en el GP de China, se vio - como supimos más tarde - torpedeado por su equipo en favor del emergente Max Verstappen, terminando efectivamente en las garras de un cruel juego de mercado que compromete irreparablemente su carrera. Red Bull ha elegido su víctima de sacrificio para la "armadura" que Verstappen cortejó en el mercado por otros a lo grande. Quién sabe, dentro de un año y medio puede que no le corra la misma (mala) suerte al mismo (por caridad, inocente) Max, quizás presionado por el brillante y fulgurante ascenso de un chico de dieciséis años sacado de la playstation. y transformado en campeón de F1, para uso y consumo de patrocinadores, cámaras y publicidad.

Kvyat es el caso extremo, quizás el más llamativo, de una política de "cantera" que no pretende formar pilotos jóvenes, sino rastrear el fenómeno actual a costa de muchos otros. Para uno, hasta ahora sólo uno, que realmente terminó con un agujero, es decir, el multicampeón de Ferrari Sebastian Vettel (cuatro títulos mundiales consecutivos con Red Bull), demasiados pilotos estaban "desaparecidos" debido a la brutal política de pilotos del grupo. Toro rojo.

Pensemos en Sebastien Buemi, que supo reinventarse como piloto de resistencia construyendo una sólida carrera fuera de la F1. Pero también a Jaime Alguersuari, lanzado muy joven en Toro Rosso y cuya carrera en la F1 terminó abruptamente debido al famoso malentendido en Corea en 2011 con Vettel durante un doblaje (fallido). También está Félix Da Costa, esperanza portuguesa y comprometido con la F1 nunca visto en la máxima categoría, sin olvidar al francés Jean Eric Vergne, un mastín que compitió con STR en 2014 y, sin embargo, abandonado a su suerte.

No hay nada más doloroso para un joven conductor en crecimiento que ser lanzado al Olimpo, ser elogiado y presentado como un gran conductor, para luego quedarse solo, acompañado hasta la puerta sin apelación, sin posibilidad de tener una segunda oportunidad. Red Bull tiene una política frenética: o demuestras ser un fenómeno inmediatamente o estás fuera. Hay demasiados talentos jóvenes, no hay tiempo para aprender, para mejorar, para convertirse en hombres antes de ser equilibristas en la pista.

El confuso, loco y surrealista Kvyat en Sochi no fue la causa de su descenso a Toro Rosso ni tampoco fue simplemente la consecuencia de una decisión de la que el piloto ya era consciente y que en cualquier caso le llevó a exagerar, a querer demostrar todo y de inmediato, para vengarse temprano. No, el furioso, deslucido y cerrado Daniil del GP de Rusia es simplemente el último producto, la paradoja, de la guardería de Red Bull. Kvyat y Vettel son iguales. Así es; son sólo dos caras de la misma moneda. Red Bull sabe muy bien que por cada "Vettel" habrá un "Kvyat", con Marko que, como una divinidad caprichosa, mueve los hilos de las carreras de tipos aparentemente afortunados, pero en realidad condenados a una vida insostenible, antinatural y... Icto oculi – contraproducente.

Esta no es la manera de hacer F1, el aspecto humano de las carreras no puede descuidarse hasta tal punto lanzando a los niños a la liza siguiendo una fría lógica corporativa y sin pensar que, aunque sean famosos y quizás ricos, siguen siendo personas con puntos fuertes, debilidades y sobre todo emociones, sentimientos. En los primeros rincones de Sochi, Kvyat quería romper el mundo, mostrar a todos que estaba a punto de sufrir una injusticia. Sólo empeoró las cosas, pero levanten la mano si quieren echarle la culpa únicamente al piloto ruso. Ahora Daniel”podrán encontrar tranquilidad y serenidad en Toro Rosso", eso es lo que dijeron los líderes de Red Bull. En definitiva, al final del viaje, también debemos decir gracias...

Antonino Rendina


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