El circuito de Melbourne desde el punto de vista de los neumáticos

El circuito de Melbourne, que acoge el Gran Premio de Australia desde 1996, tiene poco agarre y es bastante resbaladizo. Esto aumenta el derrape y, en consecuencia, la degradación de los neumáticos.

La frenada es otro elemento importante en Melbourne. Hay zonas de frenada donde la fuerza de desaceleración alcanza los 5g. Esto puede provocar que las ruedas se bloqueen, lo que a su vez provoca un desgaste desigual de los neumáticos.

Este año hay un nuevo sistema electrónico de gestión de frenado que ajusta la presión de frenado suministrada a las ruedas traseras para compensar los efectos de los nuevos sistemas de recolección de energía. Esto también tiene cierto efecto en los neumáticos traseros.

Hay 9 zonas de aceleración total en el circuito, donde los coches intentan poner toda su potencia al suelo (alrededor de 760 caballos). Esto suele provocar más derrapes y, en consecuencia, más degradación.

Este año se ha reducido la carga aerodinámica, lo que repercute en los neumáticos. Un mayor deslizamiento puede provocar un desgaste desigual y más formación de vetas, aunque, como se observó durante las pruebas de pretemporada, la formación de vetas se redujo y el efecto de formación de ampollas desapareció, a pesar de esta reducción de la carga.

El neumático trasero izquierdo sufre un estrés especial en este circuito, que tiene 10 curvas a derechas y 6 a izquierdas. Las fuerzas longitudinales sobre los neumáticos son más importantes que las fuerzas laterales.

El año pasado, Kimi Raikkonen ganó la carrera partiendo desde el séptimo lugar de la parrilla utilizando una estrategia de dos paradas: comenzó con neumáticos superblandos y luego completó los dos últimos stints con los medios.